Hagamos del orgullo una acción: preservar nuestro patrimonio es nuestro mayor reto

0
5

En los últimos días, la situación del Santuario Histórico de Machupicchu, una de las áreas naturales protegidas más representativas de nuestro sistema, y reconocida como Maravilla del Mundo, ha sido noticia internacional, lo cual evidenció las profundas deficiencias que tenemos como país para proteger nuestro patrimonio natural y cultural.Machupicchu es mucho más que un destino turístico. Es un símbolo vivo de nuestra identidad y orgullo nacional, una de las caras más visibles del Perú frente al mundo. Estar en Cusco es respirar energía, cultura y sabiduría ancestral. Sin embargo, los paros constantes, los problemas de transporte, las irregularidades en licitaciones, la superposición de intereses económicos, la falta de control en los aforos y la desorganización en la venta de entradas vienen deteriorando progresivamente esta joya única. Cada crisis proyecta al mundo la imagen de un país que no valora su patrimonio ni comprende lo que este representa para sus raíces y su tradición.Pero este problema no se limita únicamente a Machupicchu. Todas nuestras áreas naturales protegidas, tales como parques, santuarios, reservas nacionales y comunales, son la mayor muestra de nuestra biodiversidad, de nuestro patrimonio natural y cultural, y constituyen el legado que el Perú aporta al mundo. No obstante, desde hace años se repiten, con insistencia agotadora, múltiples intentos por debilitar lo que generaciones enteras han venido protegiendo.Hoy, bajo el discurso de la reactivación económica, resurgen proyectos que buscan cambiar y desnaturalizar los niveles más altos de protección ambiental. Se plantea permitir la explotación de hidrocarburos o la actividad minería en parques nacionales, reducir físicamente los límites de las áreas protegidas, modificar la Ley de ANP para flexibilizar su intangibilidad e incluso autorizar actividades contrarias a la Constitución y a los convenios internacionales que el Perú ha suscrito. Estas iniciativas no solo ponen en riesgo el sistema de conservación, sino que amenazan con despojar a Machupicchu de su estatus de Maravilla del Mundo Moderno. Estamos, en la práctica, poniendo en jaque a nuestros parques y a nuestra propia identidad, por el beneficio económico inmediato, sin medir la pérdida irreparable que significan estos retrocesos.¿Acaso no hemos aprendido nada? Al actuar así, le arrebatamos a nuestros niños, niñas y jóvenes la oportunidad de heredar un país que reconozca y valore su historia, su diversidad y sus saberes.Permitir la apertura de parques como el Manu o el Bahuaja Sonene a actividades extractivas sería herir de muerte a todo nuestro sistema de áreas protegidas. Continuar con la desidia en Machupicchu y no resolver de fondo sus problemas estructurales equivale a ignorar quiénes somos como nación.Nuestro orgullo no puede reducirse al fútbol o a la gastronomía. Nuestro verdadero orgullo está en la historia milenaria, en la diversidad de ecosistemas, en los conocimientos ancestrales y en el inigualable país que habitamos. El Perú es biodiversidad, es cultura, es resiliencia. Defender Machupicchu y nuestras áreas protegidas no es una opción, es una obligación moral con nuestra identidad, con nuestra dignidad y con el futuro que merecemos.